Según han demostrado diversos experimentos, los animales no sólo saben dirigirse a través de los campos magnéticos, sino que son consumados astrónomos capaces de seguir el movimiento del Sol y las estrellas a través del firmamento.
Los experimentos más determinantes han sido realizados desde 1956 por los zoólogos alemanes Franz Samer y su esposa con currucas mosquiteras, para lo que se valieron incluso de un planetario. No dejaron lugar a dudas de que estas aves reconocen instintivamente las constelaciones y saben perfectamente cómo se desplazan en el cielo durante una noche y cómo cambia la posición de los astros según las estaciones.
Un experimento realizado con pingüinos por J.T. Eulen y R.L. Penny puso de manifiesto que aunque los pingüinos no vuelan, son capaces de caminar miles de kilómetros por superficies heladas y planas sin errores de orientación, excepto en días nublados, en los cuales -tras una breve confusión- enseguida sabían encontrar el camino.
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